Columnistas

“Una revolución pacífica” (1/3)

Así calificó Ramón Amaya Amador en su ensayo “El camino de mayo es la victoria” a los movimientos huelguísticos ocurridos a partir del primero de dicho mes en 1954, de eso hace setenta años, primero en la Costa Norte, extendiéndose luego a la región central de Honduras.

Explica el prolífico escritor que “hay fechas históricas en nuestro andar de pueblo joven que suelen pasarse desapercibidas porque un misericordioso velo de silencio ponen sobre ellas los círculos dirigentes de la sociedad. Una de esas es la que comprende a mayo, el sísmico mes de las huelgas desatadas por los trabajadores hondureños en 1954...

Al comenzar la década del 50, los obreros continuaban sin sindicatos legales y sin partido propio. Entonces el 1 de mayo comenzó a celebrarse, en las condiciones más raras: escondidos en las plantaciones bananeras, en las playas..., en alguna aislada hacienda..., en locales cerrados donde se hacían mítines para conmemorar el día”. Efectivamente, con la elección a la presidencia de Tiburcio Carías Andino (1932), quedaron prohibidos los movimientos protestarios que ocurrieron en el seno del enclave bananero durante la década anterior. Cualquier intento organizativo por parte de los asalariados fue reprimido en todo el país. Fue a partir del gobierno de Juan Manuel Gálvez, escogido por Carías Andino como su sucesor, que se inició la implementación de legislación laboral para actividades específicas.

La base estructural para la mayor participación obrera durante la década del cincuenta se derivó de dos grandes fenómenos: el aumento del número de trabajadores en las plantaciones bananeras a finales de la década de 1940 y el crecimiento de una fuerza artesana y manufacturera, especialmente en la Costa Norte; y, el movimiento demográfico desde el interior a los departamentos de la Costa Norte.

En 1935, el empleo en las plantaciones bananeras alcanzaba poco más de 17,000 trabajadores. Hacia finales de la década del cuarenta, esta cifra se duplicó. En 1953, la cifra llegó a su máximo con poco más de 38,000 (Darío Euraque, “El capitalismo de San Pedro Sula y la historia política hondureña, 1870-1972”, pp. 171-172). Amaya Amador se pregunta ¿por qué las huelgas de mayo tuvieron carácter de revolución pacífica?, respondiéndose que rompieron el estatuto jurídico de la nación; pusieron en las manos del proletariado la iniciativa para organizar sus sindicatos; despertaron a la nación del letargo social; ...hicieron que el régimen de facto (Lozano) atendiera el justo reclamo popular de otorgar los derechos políticos a las mujeres; son las fuentes de todo el cambio político habido en el país durante los últimos años.

Concluye afirmando que “el gran movimiento de trabajadores no podía ser solo en el terreno económico y social, aún cuando sus demandas principales se fincaran en esto. Fue en el fondo un movimiento político. Eminentemente político”