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Llenos de datos, vacíos de acción política

Tenemos un gran banco de datos de vasta información sobre la situación del mercado de trabajo en Honduras. Sabemos, por ejemplo, cuántos hombres y mujeres laboran en cada rama de actividad económica; cuánto perciben de ingreso y cuantas horas trabajan. También conocemos cuáles son sus niveles educativos, cómo están las condiciones de su vivienda, si disponen de servicios públicos, quienes y cuántos son los miembros de su hogar. También se tiene información si perciben otros ingresos por remesas familiares o como resultado de otras actividades como el pluriempleo. En fin, las encuestas de hogares, realizadas por el instituto estadístico, han venido aportando por décadas información suficiente para conocer las realidades en las zonas urbanas, las rurales, en las principales ciudades y en la totalidad del país.

No han faltado datos. Han faltado decisiones políticas de intervención inteligente para contener el crecimiento de graves problemas de empleo como el desempleo abierto y, sobre todo, el mayor problema ocupacional en Honduras, como lo es el subempleo. Ciertamente, no es fácil que una administración gubernamental resuelva todo eso. Pero, cada gobierno tiene el deber de avanzar, administrando productivamente los presupuestos públicos, siempre crecientes. Lastimosamente, se persiste en inyectar recursos muy limitados a la actividad económica a través de la inversión pública. Mientras sea así, el crecimiento económico será miserable.

Además de las encuestas de hogares, levantadas en trabajo de campo por lo menos cada semestre, se cuenta con informaciones censales en un promedio de un poco más de un decenio. Luego, informaciones provenientes de registros administrativos como los del IHSS, Infop, los gremios empresariales y algunos datos de las fuentes económicas propiamente dichas, como el Banco Central de Honduras y los estudios que hacen agencias internacionales y algunos organismos no gubernamentales. De nuevo: no hay ausencia de datos. Con la masa crítica de datos de campo y otros procesamientos, se sabe con bastante precisión cuántos pobres relativos e indigentes hay, dónde están, qué hacen para sobrevivir, cuántos no lo logran.

En fin, de nuevo no es falta de estadística, es por falta de estadistas; que administren decentemente el presupuesto, los ingresos tributarios y aquellos obtenidos en préstamos. Se conoce la situación, la “línea de base” para identificar soluciones, mediante políticas públicas. Por ejemplo, ¿a qué sectores apoyar con financiamiento, construcción o mantenimiento de infraestructura? ¿Cómo trascender más allá del cemento? ¿En cuáles zonas se necesita construir obras de riego? ¿Qué acciones y programas para capacitar mano de obra en las áreas que demanda el mercado y las empresas? ¿Cómo apoyar a las miles de microempresas para que surjan, y que sobrevivan y se fortalezcan? Todas esas acciones, bien pensadas y encaminadas, forman parte de lo que sigue faltando en este gobierno como en todos los anteriores: políticas de empleo y de combate real a la pobreza.

¿Cómo hacer entender que se pueden generar puestos de trabajo todos los días en acción conjunta del sector gubernamental, la iniciativa privada y el empeño de las propias familias? Con esas cifras desastrosas sobre subempleo, desempleo oculto, extrema pobreza y otras calamidades, hemos hecho sofisticados cálculos infinitesimales y simulaciones econométricas para saber qué puntos tocar para comenzar a resolver. Solo ha faltado la aritmética rudimentaria de los caudillos y mandamases.

Estamos metafóricamente inundados de datos sobre los problemas, pero, seguimos en sequía de soluciones prácticas. Tampoco han faltado personas que tengan el conocimiento y el compromiso para actuar, pero, no son los mandamases