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La lucha contra la corrupción pasa por el nepotismo

El nepotismo está de moda, parece ser un requisito para gobernar hoy día. Muchos políticos y altos funcionarios normalizan el nepotismo argumentando que no existe sanción legal, que el familiar favorecido cumple con los requisitos del puesto gracias a su currículo o porque necesita a alguien de confianza que le pueda cuidar para no ir a la cárcel. Para entender lo que están normalizando, el nepotismo es simplemente una forma de favoritismo. En otras palabras, en un Estado que se autodenomina “de derecho”, individuos con poder otorgan favores basados en parentesco que ninguna ley reconoce.

En la práctica, estos favores, al no contar con respaldo legal, desencadenan una serie de defectos: perjudican la productividad y la eficiencia, reducen los estándares éticos en el sector público, producen impunidad y facilitan la concentración del poder. Está demostrado que cuanto más frecuente es la práctica del nepotismo, más elevados son los niveles de corrupción en un país. No obstante, no podemos ignorar los factores que alimentan el nepotismo.

Se trata de una institución histórica; incluso antes de la independencia, se han registrado relaciones de parentesco entre sacerdotes católicos y autoridades provinciales para acaparar recursos públicos. También es una práctica social arraigada; por ejemplo, es común que negocios y empresas hondureñas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, sean gestionadas por familiares. Además, los partidos políticos están conformados por familias dinásticas con recursos, que movilizan votos y reparten cuotas de poder. Asimismo, el diseño mismo del Estado hondureño favorece el favoritismo al no aplicar la ley de manera universal y al permitir un acceso desigual a sus recursos.

A pesar del daño que causa el nepotismo, observable en hechos de incompetencia en la entrega de servicios públicos, pérdida de recursos económicos, escándalos de corrupción, falta de confianza en los gobiernos e incluso el ser catalogado como un narcoestado, el nepotismo sigue fuerte y vigente. Esto nos lleva a afirmar que el nepotismo tiene su propia dinámica. Al nepotista no le preocupa la denuncia pública o el ranking de corrupción del país; le preocupa quedar mal con su familia, su partido político y su grupo identitario.

Entonces, ¿cómo convencer a una persona que se beneficia del nepotismo para que tome acciones en su contra? El pedir que se apruebe una ley no es suficiente. Aunque puede ayudar a colocar el tema en la agenda pública, esta no siempre coincide con la agenda política. Por eso, sugiero aprovechar la ventana electoral. Así como ya hay campañas preelectorales, deberíamos comenzar a plantear condiciones para el voto. Es muy probable que el discurso anticorrupción resurja en la campaña. ¿Respaldaría a un nepotista después de todo lo que ha sucedido? Es momento de empezar a tener la conversación sobre las causas de la corrupción y no solo los efectos